Fco Javier Martín Testillano |
Hola, mi nombre es Francisco Javier Martín
Testillano. Tengo 51 años y trabajo como conductor en la Sección de Bibliobuses
de la Comunidad de Madrid. A
continuación voy a describiros como es un día normal en el Servicio y en mi vida.
Me levanto temprano, sobre las 6:45 y empiezo a trabajar ya . Preparo los
desayunos de mis hijos y sus respectivos bocadillos para el recreo del
instituto. A eso de las 7:15 los despierto y desayunamos. Después de asearme preparo mi mochila para irme a nadar. No hay
nada mejor que el deporte para afrontar una jornada de trabajo sedentaria. A
las 7:30 me despido de mi hijo mayor, Daniel, es el primero en marcharse.
Preparo los tuper con la comida que se calentarán en el micro cuando vuelvan
del instituto .
Ya son las 8 y poco, me visto y dejo a mi hijo pequeño,
Alberto, en el instituto de camino a la
piscina , nos quedamos hablando un rato en el coche hasta que pasa todo el
mogollón de niños. Nos despedimos con un beso y nos deseamos un buen día mutuamente, son las 8 :25. Me dirijo en el coche a la piscina, en el trayecto me
hago con un periódico de tirada gratuita. A
las 8:45 ya he llegado a la piscina, aparco el coche y charlo con los
amigos y amigas de la piscina . Ellos me consideran como a un hijo. Son gente
mayor de entre 75 y 85 años muy agradables. A las 9:00 abren las instalaciones
aunque nos dejan pasar 5 minutos antes. A las 9 y menos ya estoy en el agua,
nado durante media hora. A pesar de haber una gran afluencia de bañistas son
muy considerados conmigo y como saben que estoy media hora y me voy al trabajo
me dejan una calle para mí. Cuando salgo del agua me despiden con un” ten
cuidado hijo”. Me ducho y me visto en un tiempo record y consigo llegar al
centro de trabajo poco antes de las 10:00.
Ficho y voy dando los buenos día a los compañeros que me voy encontrando
.
Me dirijo hacia el bibliobús y le conecto a
la corriente, en ese momento se ilumina interiormente, para que los compañeros
bibliotecarios que necesiten buscar algún ejemplar lo tengan más fácil, y de
alguna forma también él se despierta. Hago una revisión ocular alrededor del
bibliobús, hoy es martes y son los lunes, miércoles y viernes cuando le reviso
todos los niveles, y me centro en los
neumáticos y en que no haya ninguna mancha de aceite ni perdidas de
refrigerante. Una vez terminada la revisión me subo al bibliobús, compruebo que
no se han cambiado mis ajustes personales del asiento y el volante y la
visibilidad de los espejos retrovisores. Ha llegado el momento de poner en
funcionamiento el vehículo. El motor arranca al primer intento, es el momento
de comprobar que todos los testigos
funcionan correctamente y hago funcionar la suspensión del vehículo que tampoco
muestra ninguna anomalía .En los escasos tres minutos que el motor está
funcionando aprovecho para abrir la hoja de ruta diaria y el disco del
tacógrafo, el indicador de aire de los frenos y la suspensión me marca que ya
está en condiciones de marcha y después de haber comprobado el buen
funcionamiento del aire acondicionado paro el motor .
Me dirijo desde la cabina hacia la zona de
biblioteca del bibliobús y compruebo que funcionan todas las luces y que los
aparatos de climatización también cumplen su función, reviso que no haya nada
suelto en el interior ni ningún libro caído y le doy el visto bueno para
empezar el día. Me tomo cinco minutos para echar un vistazo al periódico y
mientras tomo un descafeinado y charlo un rato con los compañeros
(bibliotecarios y conductores) que como yo se encuentran en la sala de descanso
tomándose una infusión o café. Diez minutos antes de la salida desconecto y
guardo en una de las bodegas del bibliobús el cable de quince metros que a
través del enchufe ha proporcionado la corriente eléctrica al vehículo, cambio
de posición el interruptor y queda preparado para suministrarse de forma
autónoma la corriente a través del generador que en ese momento pongo en marcha
para comprobar su correcto funcionamiento. Una vez comprobado lo desconecto y
quito la manguera que mantiene conectado el tubo de escape del bibliobús al
extractor de humos de la nave, espero la llegada de mi compañera de trabajo,
Isabel ,para iniciar la ruta.
Sube Isabel al bibliobús y después de
acomodarse le pregunto si ya nos podemos ir, la recuerdo si se ha abrochado el
cinturón y tras encender de nuevo el motor y conectar las luces de cruce nos
ponemos en marcha. Hoy tenemos que repostar combustible y salimos un poco antes
de lo normal. Anteriormente a la salida ya me he informado del estado de las
carreteras, lo complicado suele ser la salida de Madrid . No hay ninguna
alteración en el tráfico y efectúo la ruta habitual. Poco antes de tomar el
desvío hacia la carretera que nos llevará a nuestra primera parada, me detengo
en una gran gasolinera que nos permite ocupar una calle para nuestro bibliobús
y así proceder al llenado del depósito de combustible del vehículo situado en
el lateral derecho y también del depósito de gasolina del generador, que está
situado en el lado opuesto. Una vez terminados los repostajes me dirijo a pagar
y al entrar no me puedo resistir al olor de unas napolitanas de chocolate
recién hechas, compro dos que tendremos ocasión de degustar cuando lleguemos a
la parada antes de la hora de apertura .
Al llegar a Villamanta... |
Al llegar a Villamanta y dirigirnos a la
parada pasamos por delante de la casa de niños, que están en el patio y al
vernos mueven sus brazos al unísono y se les escucha alborotados decir: “viene el bibobús, bibobuuuus” ahí es donde
empiezas a sentir lo gratificante de este trabajo. Aparco el bibliobús delante
de la antigua estación de tren, en plena cañada real segoviana, creando una
zona de seguridad entre ésta y el bibliobús para que los pequeños usuarios que
nos van a visitar tengan un fácil acceso y evitar situaciones de peligro. Hemos
llegado cinco minutos antes de la apertura y nos da tiempo para, además de
saborear las napolitanas, encender el generador, conectar la climatización y
poner en su sitio y enchufar el ordenador que ya tiene la bateria por la mitad
ya que Isabel se ha pasado todo el trayecto trabajando con él .
Una vez comprobado que todo está en su
sitio, hoy no se nos ha cruzado nadie y no se nos ha caído ningún libro,
abrimos la puerta y esperamos la llegada de usuarios. Relleno el parte con la
hora de llegada y la hora de estacionamiento para las estadísticas y resolución
de posibles incidencias. Ya empiezan a llegar los pequeños usuarios. Vienen
agarrados a una especie de enorme bufanda y parecen una serpiente multicolor ,
una vez están todos arriba, discretamente me paso a la zona de biblioteca y
cierro las puertas interiores del bibliobús , saliendo de él y permanezco en la
puerta para intentar evitar posibilidades de accidentes. Cuando se van
permanezco abajo hasta que una vez agrupados y alineados en su bufanda se
vuelven felices y alegres de su visita al bibliobús. Me subo a la cabina del
bibliobús y dos minutos antes de la finalización de la parada, si queda algún
usuario dentro, le advierto que voy a poner el motor en marcha, que no se
asuste que todavía no nos vamos.
Llegada la hora y tras comprobar que no
queda ningún usuario dentro cierro la puerta , apagamos la climatización de la
zona de biblioteca , apagamos el generador y nos vamos a la siguiente parada
.Nos ponemos en marcha hacia la siguiente parada y aunque vamos un poco
apretados de tiempo sé de antemano que abriremos a la hora prevista , siempre
que no haya ninguna incidencia. Cuando llegamos a Sevilla La Nueva lo primero
que nos encontramos es un hórreo en la glorieta de entrada. Inmediatamente
después de girar a la angosta calle que nos llevará a la parada vemos a Denisa,
una infatigable usuaria del bibliobús que está esperando nuestra llegada . Nada
más vernos y sin darnos tiempo a que lleguemos nos retira los bolardos para
facilitarnos la entrada y una vez los hemos sobrepasado los vuelve a colocar en
su sitio. Aparco el bibliobús en una zona delimitada por bolardos tanto por
detrás como por delante. Esta delimitación te ofrece una sensación de seguridad
para los usuarios respecto al tráfico rodado muy satisfactoria.
Realizamos el mismo protocolo que en la
parada anterior (exceptuando la degustación de una napolitana) y abrimos la
puerta del bibliobús para comenzar el servicio. Inmediatamente sube Denisa y me
apresuro para agradecerla el detalle que ha tenido no sólo ese día, sino todos
los días que acudimos a la parada. Veo su mirada limpia y su sonrisa
enternecedora. Vuelvo a la cabina del bibliobús para
rellenar el parte de llegada y aparcamiento, que gracias a la ayuda de Denisa
hace que coincida. En esta parada tengo que bajar la suspensión del vehículo,
pues es tan grande la avalancha de usuarios infantiles que recibimos en tan
corto espacio de tiempo que si no lo hiciese el bibliobús sería como un barco
en la mar .
Cuando llega la hora de marcharnos y el
bibliobús queda vacío de usuarios, cierro la puerta y ayudo a Isabel a colocar
(que no a ordenar porque el tiempo apremia) los libros. Una vez colocado el
bibliobús pongo el motor en marcha y mientras subo la suspensión de nuevo y
apago el generador es Isabel la que rápidamente se apresura a bajar para
quitarme los bolardos que impiden mi salida. Una vez arriba, toma asiento, se
pone el cinturón de seguridad y con el portátil a cuestas continúa con su
trabajo .Nos dirigimos a la siguiente parada, Moraleja de Enmedio .
La ruta hacia Moraleja la he modificado,
pues dando un pequeño rodeo de apenas unos kilómetros más nos evitamos unas
subidas y bajadas muy reviradas. Ganamos apenas unos minutos pero tanto la
conducción
En el camino de la iglesia, Moraleja de Enmedio |
como el trabajo con el ordenador en marcha se ha vuelto más seguro y
eficiente. Llegamos a Moraleja y a diferencia de las paradas anteriores nos
encontramos con problemas de aparcamiento, que soluciono momentáneamente
aparcando en una calle con el tráfico restringido a vehículos que no sean
municipales o de actos religiosos. Es el camino a la iglesia.
Como tenemos que comer y hacer uso de los
aseos, en desplazamientos anteriores ya me he ocupado de encontrar un sitio
agradable, limpio y al alcance de nuestros bolsillos. Recibo la llamada de mi
hijo Daniel para decirme que la comida hoy había estado muy buena y que están
bien en casa. Al término de nuestro descanso, si veo la posibilidad de aparcar
en otro sitio vuelvo a valerme de Isabel para que me guarde “el sitio ”y si no
hay ninguno , permanecemos donde hemos aparcado para dar servicio, valiéndome
de una autorización verbal conseguida mediante llamada telefónica de la persona
responsable del servicio de bibliobuses, Sagrario.
Subimos al bibliobús y después de efectuar
el mismo protocolo que en las paradas anteriores abrimos las puertas y
comenzamos el servicio .En esta parada la mayoría de los usuarios son adultos y
veo a Isabel algo más relajada. Llega la hora y nos tenemos que marchar, al ser
una parada algo más relajada a Isabel la ha dado tiempo a ordenar un poco el
bibliobús. Apagamos la climatización y el generador y nos ponemos rumbo al
centro de trabajo. Llegamos a la nave y después de aparcar el bibliobús,
conecto la manguera extractora al escape del bibliobús , extraigo de la bodega
el cable de quince metros y lo dejo junto al enchufe, cambio la posición del
interruptor y ya está preparado para el uso dentro de la nave, y para que el
servicio de limpieza haga uso de la iluminación para una mejor prestación de
servicios. Doy una vuelta alrededor del bibliobús para asegurarme que lo dejo
en las mismas condiciones que estaba cuando lo inspeccioné por la mañana.
Subo al bibliobús para cerrar el disco del
tacógrafo y cerrar también la hoja de ruta, apuntando los kilómetros y horas
hechos así como los consumos de combustible. Hoy no ha habido ninguna
incidencia y nuestro encargado ,Juan ,no tendrá que ocuparse del vehículo y en
el caso de que hubiera habido alguna sabría solucionarlo de la manera más
eficiente posible.
Son las 18:15 y va siendo hora de fichar e
irme a casa. Llego a casa sobre las 18:40 y como es martes el día elegido para
irme con Daniel y Alberto a cenar fuera de casa, me doy una ducha y nos vamos a
algún centro comercial. Siempre cae algo de ropa y después en la cena y sin los
agobios de cualquier otro día, ni de ninguna televisión u ordenador cerca ,
charlamos relajadamente mientras cenamos. Sobre las 22.30 volvemos a casa y mientras ellos preparan sus
mochilas yo me encargo de prepararles la comida del día siguiente. Al terminar
me voy a la cama, abro el portátil para echar un vistazo al correo y cierro
prácticamente el portátil y los ojos al mismo tiempo.